SU REINADO
Proclamado rey a los cuatro años, su madre Mariana de Austria se encargó como regente del gobierno hasta la mayoría de edad de su hijo, los catorce años. Fueron numerosos los validos de este periodo: Fernando de Valenzuela, Juan José (hermano bastardo de Carlos), el Duque de Medinaceli, etc.
Su reinado, a diferencia del de su padre y su abuelo, se caracterizó por la escasa actividad bélica.
Sólo merece mención la guerra contra Francia, cuyo rey Luis XIV pretendía incorporar territorios de los Países Bajos españoles a su corona. Fue precisamente ese momento el que aprovechó Portugal para hacerse independiente, al no ser posible, por parte de España, una guerra en dos frentes: Francia y Portugal. Estas guerras con Francia concluyeron con las pérdidas del Franco Condado y de algunas ciudades flamencas.
UN REY SIN DESCENDENCIA
En 1679 el rey Carlos se casó con su primera esposa, María Luisa de Orleáns, quién falleció diez años después (1689) sin descendencia. Inmediatamente, en 1690, se le buscó otra esposa, una mujer que procediera de una familia reconocida por su alto grado de fecundidad: fue la austriaca Mariana de Neoburgo. Pero pasado el tiempo, y en vistas de que tampoco la nueva reina engendraba hijos, se hizo evidente que el problema radicaba en la esterilidad del rey.
"EL HECHIZADO"
Carlos II padecía también fuertes ataques de epilepsia, lo cual se presentaba al montaje de historias truculentas. En efecto, en los últimos años de su vida se difunde el rumor de que una monja poseída por el diablo había anunciado en estado de trance que el rey Carlos a la edad de catorce años había sido hechizado con una pócima que le había dejado impotente. A pesar de que consta que el rey no era impotente, su confesor, el dominico Fray Froilán Díaz, convence al monarca para que sea librado de su hechizo por un famoso exorcista de Saboya, Fray Mauro de Tenda, pues aquí podía residir la causa de su esterilidad. Después de agotar al monarca con numerosos ritos de exorcismo, y en vista de que éstos no daban el resultado previsto, los impulsores de este macabro drama demoníaco fueron llevados ante el tribunal de la Inquisición.
Tras el convencimiento ya completo de que el rey moriría sin descendencia, se urdieron en la corte y fuera de ella todo tipo de pactos e intrigas con vistas a determinar la persona que le sucedería en el trono. Descartados algunos aspirantes y muertos otros, la rivalidad por la sucesión se centró en dos candidatos:
- El archiduque Carlos (de la casa de Austria), bisnieto de Felipe III, a quien apoyaba la reina Mariana, por pertenecer ella a este mismo linaje.
- Felipe de Anjou (de la Casa de Borbón francesa), bisnieto de Felipe IV, el elegido finalmente por el rey en su testamento.